Adolece el corazón que enterré vivo en aquél ataúd de tu cuerpo y sin preguntar lo abandoné en tu pecho. Lo siento a lo lejos y él toca el porvenir de un latir tuyo, de aquél bombear que alguna vez sentí cercano a mis dedos. Siento correr la sangre de tus venas tibias, danzando por la calidez de tu piel que cubre tus brazos, tus piernas, aquellas que caminaron aquel abril junto a mis manos frías.
No me arrepiento el haberte dejado mi corazón que te siente a cada paso, a cada minuto. No me arrepiento de sentirte cerca aunque mis ojos te miren distante y mi alma no vuelva a sentir tu cariño marchito.
Adolece el corazón mío que habita en tu cuerpo, porque te siento, porque te creo…
...porque vivo y muero teniéndote lejos.