Le voy poniendo el apuro
al vientre de mis zapatos
en intentos insensatos,
sin que transforme lo oscuro.
Con la ansiedad le aseguro
al insomnio una jornada.
Voy procurando que en cada
minuto sea liviano
el pañuelo de la mano
sobre la frente mojada.
La prisa la llevo puesta
en el eco de la calle;
por el sonar del detalle
va creciendo la respuesta.
La premura se me gesta
en el concierto gestual.
El transcurrir es fatal
cuando la angustia se afina
en la duda que camina
temiendo por un final.