Sé que no tengo nada,
nada que esperar.
Ya los amaneceres se han ido,
sólo tengo oscuridad
Las paredes son cómplices de mi soledad,
Solidarias ya se agrietan
De tanto llorar
Son lágrimas de tierra
Son lágrimas de sal
Como heridas abiertas
Que sangran sin parar
Sin que el tiempo
Ni la distancia
Las detenga jamás.
Sé que no tengo nada,
nada que esperar,
Ya el viejo armario está cansado
De tanto guardar
Esos trozos gastados
De una historia sin igual
Son los recuerdos pasados
De una vida que se va
Entre la tristeza de no tenerte
Y la agonía de que ya no estás.
Sé que no tengo nada,
nada que esperar
Ya no hay ventanas
Para que el cielo
Se pueda asomar
Ni paisajes de luna
que pueda admirar
Ni caminos de otoño
por donde pasear,
Sólo tengo la certeza
La única verdad
Del vacío inmenso
De los brazos que ya no están.
Sé que no tengo nada,
Nada que esperar
Excepto la visita
De quien debe llegar
Sin anunciarse y sin llamar
Con la misión inequívoca
De terminar
Aquello que nunca debió comenzar.
Pero tendré la esperanza,
La esperanza final
Que un sueño amoroso,
Profundo y glorioso
Me lleve a tus brazos
En un instante gozoso
Y la dulzura fugaz
De ese abrazo grandioso
Me colme de amor,
De amor dichoso.