Zoraya M. Rodríguez

**~La Tempestad~**Cuento

Había una vez una cabaña en las afueras de la montaña. Pedro y Luisa eran dos niños que vivían en la cabaña junto a su madre Gertrudis y su padre Don Rafael. Es una tarde de otoño y Don Rafael le dice a Gertrudis: -”mija, yo creo que vah a llovel, hay aguacate en el albol aquel”-. Y ya, se acerca la tempestad, la terrible y desolada lluvia y aquel viento incontrolable de la tormenta San Clotilde.

Pedro y Luisa son dos niños que no saben que viene una tormenta tan fuerte y ellos en su inocencia continúan jugando en las afueras de la cabaña. Hay un silencio estremecedor, no hay viento y la cosecha esta en su punto más importante de la temporada. Hay chinas, mangos, panapen, limones, viandas, papas, naranjas, toronjas, guanabanas, hay de todo, y dice Don Rafael, -”ay, mucha cosah aqui, y se van a perdeh, mija, ya llegah la noche, mija, vamos pa dentro”-.

Ellos son dos buenos padres y buenas personas, pero en la situacion tan desafiante en que viven no les permite a guarecerse de tan terrible tempestad. San Clotilde viene por el sur, con rafagas de un viento sobre 70 km\\h. Casi ya es huracán, no tienen televisor, no tienen radio, no tienen como comunicarse. Viven solos, a las afueras del sur de una pequeña cabaña que tienen como pared unas plantas de plátano, un banco y  una mesa formada por madera de un árbol caído. Gertrudis como siempre lava sus trapos de ropa y otras cosas en el río que le queda al frente. Cuando lava ropa y habla con Gerona una vecina de la cabaña de al lado, pero a diferencia de ella, esta tiene de todo, hasta su cabaña es de madera y de la buena.  

Gertrudis dice: -” oiga, dona Gerona, parehe que se acerca gran tempestad y que haremoh si nos llevah la cabanitah esah, uh”-,

Y Gerona responde: -”ah, yo estoy prepara pa to, me llevoh loh neneh pa casa de mi ma, y dejoh to ehto”-.

A Gertrudis le queda un trapo para lavar y se marcha tan angustiada, no sabe que hacer si viene una tempestad fuerte para su cabana. Don Rafael llega de trabajar caña y azúcar en la hacienda de Don Severiano, (él baja por la orilla del río hasta llegar a la hacienda). El hacendado más condescendiente de toda el área. Porque solo toma de esclavo a aquel que no tiene donde vivir y su sustento es casa y comida para aquel que desee trabajar en su hacienda. Don Rafael tiene su cabañita y su familia, y el y Doña Gertrudis han forjado para su bien a su familia.

Pedro y Luisa que tienen 9 y 8 anos de edad, respectivamente, se mantienen con agua de azucar y un pedazo de pan, que la mamá les da para comer y beber, ademas, de la cosecha que pueden agarrar de la hacienda de Don Severiano. La tempestad es fuerte y grande, y se cree que no se podrá fijar fecha para la proxima recolección de cosecha de la hacienda de Don Severiano. Asi que, Don Rafael se queda sin labores por el momento y se queda en la cabana esperando y muy asustado por la tempestad que se aproxima. Las esperanzas de que no azote la tormenta al sur de la montana son vanas, y ya es inminente su paso por el sur. Ahora, queda proteger lo que tienen y esperar su paso por la montana. La montaña es fuerte, vieja, los ha protegido de otras desavenencias atmosféricas, como la neblina, lluvia y viento. Pero, el río es grande y fuerte tambien, y sale de su cause cuando llueve con fuerza. Dios es su mentor más fuerte en su fe inquebrantable y es su fuerza para seguir hacia adelante.

San Clotilde, la tormenta, es fuerte, ruda y silenciosa, no hay viento para aca, porque ella se lo ha llevado todo. Existe silencio, paz y es aviso de un gran desastre. Ya es de madrugada, y la tormenta se avista en todo el sur, Gertrudis, Pedro y Luisa, duermen en la cabaña, Don Rafael se mantienen despierto esperando la vicisitud de esta tormenta, que él espera que sea igual que las demás. No hay nadie cerca, el mira a su alrededor, y esta mojado entero, y se rasga su camisa blanca con una ráfaga de viento. Despierta a Gertrudis y a los niños y el quiere salvar a su familia, y le dice a Gertrudis, -”vamonoh pal pueblo, que ehto ehta to malo, aqui, no eh igual a otrah”, coge sus trapos y a los niños y se van por la orillita del río para el pueblo. Pasa el tiempo y la tempestad y Don Rafael no va más al trabajo en la hacienda de Don Severiano. Don Severiano lo procura, pero nadie sabe decir del panadero de Don Rafael y su familia. Dicen que estan en el pueblo, dicen que el río se los llevo. Es un desastre territorial, la tormenta fue devastadora, devoradora y destructiva, muchos no sobrevivieron al desastre.