Al lecho de un arroyo seco
fui a beber mi propia sed...
henchidas mis entrañas de añoranzas,
con desesperanza y muy poca fe;
ya ni mis ojos se levantan
al cielo... ¿para qué?
Cayó la noche en la tarde de mi vida,
apresuradamente, y no supe qué hacer,
¡yo había pensado que la sabiduría
me proporcionaría placer...
pero es un tormento cada día
a causa de todo lo que sé.
Sólo mentiras sabe decir la gente,
se engañan a sí mismos
creyéndose buenos,
y se bañan en orgullo y egoísmo,
quien más... quien menos.
Vanidad... dijo el poeta,
sólo eso...
vanidad, poder y algo de sexo.
La humanidad se muere de arrogancia
y yo... de aburrimiento.