Estamos solos tú y yo,
no hace falta nada más;
el temblor de nuestras manos habla,
el sudor que nos recorre, delata el calor
que nos inunda lentamente,
los dedos se entrelazan
al igual que nuestras miradas.
No sabemos si reír o llorar;
por tanto tiempo como hemos esperado
este ansiado y soñado momento,
que nos es difícil reaccionar.
¡Por fin se funden nuestros labios!
Nos deleitamos con ese sabor
que ansiosos paladeamos sin cesar,
nos embriagamos con el olor de nuestra piel,
ese que tantas noches adivinamos
sin siquiera habernos conocido.
No hace falta nada más
que nuestros cuerpos desnudos,
sobre una cama, vestida
con sábanas blancas
para alcanzar la inmensidad de la felicidad...
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