Un hermoso limonero
plantó mi marido en febrero
y sus frutos amarillo claro
son destellos de lucero.
Con mucha ilusión
por San Valentín me lo regaló
y fue cuidándolo cada día
con desbordante alegría.
Bajo su sombra me cobijo
los días calurosos del estío
oyendo el rumor que de lejos
me trae a su paso el agua del río.
El verde intenso de sus hojas
pecioladas, duras y lustrosas
y sus bellísimas flores olorosas
atraen a las blancas mariposas.
Su tronco liso con los años
vestido de color castaño,
me renueva el contemplarlo
sintiendo ganas de abrazarlo.
Rodearlo con mis brazos
y escuchar de la sabia sus latidos,
cerrando fuertemente los ojos
para soñar con el amor perdido.
¡Árbol querido, compañero y amigo!
sabiendo que estás ahí conmigo
siente mi alma la añorada calma
y júbilo al despertar el alba.
Bajo el entrelazado de tus ramas
me viene al pensamiento el día
que la tierra tus raíces cubría
y sus fuertes manos te sostenían.
Y sigues esplendoroso bajo el sol
con la copa abierta mirando el cielo
centelleante como los luceros
siempre verde y lleno de flor.
Fina