Hablé contigo después de muchos años...
y sonreí.
Te vi de nuevo después de tanto tiempo...
y me alegré.
Te abracé después de tanto de no hacerlo...
me estremecí.
Te tuve en mi lecho como nunca antes pensé...
y lloré...
Porque eras la princesa virginal, dulce y hermosa,
con cara de reina y cuerpo de diosa,
a quien deseo adorar y quiero desposar,
de la que no puedo dejar de contemplar,
esa mirada ansiosa.