Sonetos de antiguos escritores, palabras que nacen del alma, palabras del alma mía.
Comprendo lo que fuese, lo que he vivido y que nunca tuve.
Vida que grita con la ponencia del relámpago solitario sobre el bosque, corazón que late sin para.
Que secos estaban mis labios, mis ojos, mi razón.
Que secos estaban mis sentimientos, y pensé que ya no tenía corazón.
Aliento que se escapa en un bostezo, por la fatiga de la ausencia, ausencia de ti.
¿En qué lugar estabas?
¿De qué lugar vienes?
¡No lo sé pero llegaste!
Dulce mujer de ojos café, dulce mujer de mirada melancólica.
Dueña de los sueños que jamás soñé, hoy por ti las tardes se tiñen de color, de esperanza, con un gran destino lleno de ti.
Llegaste como la calma después de la tormenta.
Me diste la tierra que en mis pies estaba ausente, le diste voz a mis palabras vacías, me diste motivos para un llanto, me diste el más grande motivo por quién pensar.
Mujer de ojos café, que sí los milagros existen sólo sé, que hoy dios, me dio la bendición más grande que eres tú, dulce mujer de ojos café.
Que por los cielos de la vida quiero vivir por ti...
-Marc Téllez González-