Hay un momento único y especial
que marca nuestra vida para siempre;
y es cuando sin pensar, en algún lugar
llega el primer amor de repente.
Ese amor que nos iluminó el alma
como un sol en plena alborada,
llenando de un maravilloso esplendor
todo lo que había a nuestro alrededor;
ese amor divino, ese amor desbordado
o de pronto un poco misterioso,
que nos hizo sentir lo más hermoso,
a la vera de un sueño apasionado.
Ese amor que se volvió fuego intenso
para encender todos nuestros sentidos,
y que se clavó de un gran flechazo
hasta devorarnos lentamente el corazón;
ese amor prohibido, ese amor imposible
que fue delirio de tantas emociones,
y que al irse de manera increíble
dejó nuestro mundo lleno de dolor.
Ese amor, ya es un recuerdo perdido
que a veces parece estar vivo,
cuando nos invade por completo
el remordimiento y la nostalgia;
ese amor no tiene comparación
con ningún otro en la vida,
porque siempre será el primero,
el inolvidable y el verdadero.
Lo demás es sólo un premio de consolación,
que nunca devolverá la dicha anterior;
pues entre las cenizas de hoy,
ya nada compensa lo que fue ese gran amor.
José Alberto Laiton C.
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