¡Basta, triste corazón!
no riegues mi soledad
con tu llanto,
escuchame mi oración
como la única verdad
y, amor santo.
Engendra, cruz en mi borde;
con tu gran lábaro cuaja
cual hereje,
de amor inmisericorde
la luz celeste que se aja...
y, me deje.
¡Amor ya!, rompe tu máscara,
en féretros de mi vida
fermentada.
Hay visajes de la tástara
en el más allá de tu huida
y, mirada.
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John Morales Arriola.