El mejor regalo de mi vida
no fue un ramo de flores el día de mi cumpleaños,
ni un hermoso poema,
ni una apasionada canción,
ni un paseo nocturno bajo la luz de la luna,
ni bañarme acariciada por las olas del mar,
ni mis ojos ni mis manos,
ni mis oídos ni mis ideas.
El mejor regalo que he recibido en mi vida
son mis hijas y mi esposo.
Son la poesía que da sentido a mi vida.
En vuestra infancia,
gritábais desde la cuna,
jugabais vistiendo a las barbies,
paseabais a los muñecos con el cochecito,
cocinábais con los cacharritos en la cocinita.
Escuchaba los berridos de vuestras riñas,
acudía a sembraros paz y concordia,
y recibir vuestros besos en mi mejilla.
Crecisteis y quisisteis conocer el mundo,
surgió en vosotras un afán de independencia,
de ganaros el futuro con un trabajo digno,
de encontrar un lindo amor que os llenase de dicha,
de poder crear una nueva familia.
Sé que algún día os marcharéis de casa,
pero nunca me perderéis,
seguiré necesitando vuestra presencia y cariño
y siempre os recordaré.