A paso más lento que minutero
viajas a través de paredes y
recuerdos de días perdidos.
Con ojos hastíados de lágrimas
secas, miras y observas buscando
detalles, tratando de percibir un rincón
equivocado, una palabra que pinte las comisuras de tus labios,
que tiña de ébano tu blanca testa.
Niña anciana que barres trémula,
que no cedes ante tus manos vivas.
¿Qué miras?
¿Qué recuerdas?
¿Por qué estás enamorada del sol?
Tu cráneo baila afirmativamente
todo el día.
El astro rey fenece,
y te retuerces en tu andar por llegar a la cama,
para dormir echa bolita, para seguir soñando
y mirar más.
Octavio Aldebarán Márquez.