Pienso en aquel obsceno beso
gemir de lirios entre tus manos,
aliento mandrágora
que embriaga mi corazón.
falena de misterioso vuelo,
que perturba mi razón.
¿Qué deseas de mi?
si en ti muerto estoy.
Ya ni recuerdo el tiempo que ha pasado,
cuando tu incomprensible capricho
decapitó mi derecho al amor.
Bien lo sabes, que por tu decisión,
estoy condenado a ser el poeta del dolor.
En penumbras, en la soledad de mi cuarto,
veo como por detrás de la puerta,
tu sombra dialoga con la mía,
se besan.
De repente tu sombra,
se transforma en gotitas de luz,
y la mía como siempre,
estúpidamente se desmaya
por debajo de la gris alfombra.
Otra vez la soledad,
a la espera de una nueva noche,
ella, bien lo sabe, que la ventana de mi alma,
no tiene vidrios.
L.M