Para que recuerdes que me conociste
te regalaré este poema,
muchacha triste que te vi
una sola vez apenas...
Que te gustaba la poesía, me dijiste,
y tu sonrisa era buena,
después, no sé porqué
te mostré mi libro y leíste con avidez.
En el viaje urbano que nos unía brevemente,
devoraste varias páginas y yo sentía
que mi alma traspasabas al leer mis poesías.
¿Te identificaste en algunos de los versos?,
¿vibraste en la emoción de tus recuerdos?,
¿tú también, como yo, fuiste traicionada,
despreciada o cambiada por dinero?
Muy corto era el viaje urbano
para contestar tantas preguntas,
preferí que consumieras todo lo que más pudieras,
así que guardé silencio...
No quise saber tu nombre, por lo que no te lo pregunté,
pero te di mi tarjeta, ni siquiera sé por qué,
(ya que sabía que nunca te volvería a ver).
La estación terminal nos tragó, como un gigante,
dos caminos que se cruzan en distintas direcciones,
dos corazones que laten sólo un instante al unísono,
tal vez, dos almas gemelas, pero distintos destinos.
De lejos te vi pelear con un pesado equipaje,
por lo que juzgué seguro que sería largo tu viaje.
Muchacha linda de los ojos tristes,
un día leerás, tal vez, este poema,
y sabrás que lo hice para ti:
yo, desde alguna dimensión, quizá te vea,
y estaré feliz.