El Silencio y la música se encontraron,
para llenar el vació que sus bocas murmuraron,
mientras sus manos ajustaron su cadera,
las de ella le acariciaban a su manera.
Sus ojos bailaban al ritmo de la batería,
mientras sus labios probaban la alegría,
un paso al frente en la danza,
seguido de otro para iniciar la matanza.
Los muros empapados del sudor de ambos,
eran testigos de aquella acuarela nocturna,
y los gemidos que originábamos,
acallaban esa melodía taciturna.
Las luces bañaban en colores,
a dos animales en celo,
sus cuerpos engranaban amores,
mientras a la noche quitaban el velo.
Sus garras cortaban su piel,
futuras cicatrices para él,
mientras ella se despedía en el andén,
él corría intentando parar el tren.
E. Omiste