Como reflejo del alma
cae el oleaje o sube,
quizás porque en una nube
se decida o no la calma.
Es la orilla donde empalma
sus mil formas con la roca,
más cuando la furia es loca,
bajo el viento la marea,
una y otra vez golpea
y se esparce cuando toca.
Y al asaltar iracundo
la cabalgata insegura,
el corcel es hendidura
sin jinetes bajo el mundo.
En el abismo profundo
se mezclan el miedo, la ira.
La mirada ya no mira
entre las cuencas abiertas
y el mar encuentra las puertas
del pulmón que no respira.
Con su hermano en una estela,
mi padre tras un saludo,
adivinar nunca pudo
el destino del que vuela.
En el jardín a mi abuela
le marchitó tierna flor.
Y en la espera que a su amor
le nacieran mil antojos
le fue secando en los ojos
el manantial del dolor.