En lo recóndito de la sombra revelada
miré tu piel llena de pasión acumulada
y en el místico crepúsculo..., ¡linda fijada!...
pude sentir en lo más oscuro tu mirada.
Tú puedes ser la jácena
de mi alma, mi dosel,
el letargo de mi hiel,
la mujer de la docena
de rosas en su piel serena.
Pon fin a mis taurios y a mi tártaro
tú eres fiable para mi corazón.
Te esperé con tanta obsesión,
¡al fin llegaste vestida de oro!
Abrásame con el fuego de tú pasión
recóndito en tu piel;
encarcélame en tu afable corazón
atmósfera de miel;
bésame y libérame de la depresión
ciñéndome con tu laurel
junta mis manos con las tuyas en infusión.
¡Cuídame como ángel!
Yo quiero en tu corazón permanecer,
durante la sombra y el alborecer.