A usted señor le hablo
al que veo pasar cada mañana
con su traje elegante y corbata.
¿Porque al pasar tan abstraído,
no se percata de que yo lo miro enajenada?
Es que usted me convirtió en su enamorada,
y no hago más que esperarlo, cada mañana.
Aunque usted no me vea
mi beso cada día le entrego,
voy detrás de su pañuelo
y de las gotas de rocío
que riega por el sendero.
Señor,
su porte de hombre elegante
me a hecho soñar que soy su amante
y que me envuelve en sus sabanas de seda,
he sido muchas noches su compañera
la que a conocido su hombría
bajo cuatro paredes
que aparentemente son frías
como lo es usted, cuando pasa
sin mirar a nadie,
poniendo distancia
entre el pobre y el elegante.
Dígame, si en un cuarto
no es un hombre cualquiera
que con el fuego de una mujer se quema,
no importándole si es una ramera.
Yo me lo he soñado así,
palpando el fuego de su piel
quemándome en su hoguera
haciéndome su mujer,
y usted siendo el hombre que no es por fuera.
Un día me atreveré
frente a usted me presentaré,
le diré lo que estoy sintiendo,
y si el viento sur levanta mi vestido
y me descubre el pecho,
en sus ojos notaré
¡que hay de cierto!
en lo que intenta hacer creer,
de que usted es un señor,
muy distinto al hombre de pueblo.
Y si baja su mirada,
tan altiva y empinada
yo lo invitaré a pasar,
a mi humilde morada
donde descubrirá,
que todas las mujeres
hacemos el amor igual ...
No como usted imaginaba.
Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
13/05/2014