El Caso de Thomas Brown
( Segunda parte )
-- Tranquilo, amigo. Esto se aclarará. No debes desesperar.
Eres inocente, te creo. Saldrás libre, ya lo verás.
Jimmy Hamilton se despidió de su amigo con lágrimas en los ojos.
Se fue de allí sin apenas mirarle. La emoción le embargaba
y estaba a punto de derrumbarse. No quería que Tom pudiera
verle en ese estado, y se marchó precipitadamente. Sabía que
era muy difícil poder ayudar a su amigo; sería como chocar
contra un muro imposible de salvar, pero tenía que intentarlo.
Entonces se le ocurrió la idea de reunirse con un grupo de sus
compañeros más allegados y les pidió que les avisaran de cualquier
información que pudieran conseguir, por pequeña e insignificante que
fuera.
El segundo paso sería entrevistarse con el abogado de Tom.
Necesitaba saber si había alguna posibilidad de reabrir el caso.
Su visita al abogado no había sido en vano. Había logrado una
valiosa información que le mantuvo pensativo durante algún
tiempo. La Juez que había dictado la sentencia de su amigo,
era su antigua novia, una rubia muy atractiva y muy coqueta.
Una mujer muy inteligente y seductora. Tom había roto con ella
unas semanas antes, pero... ¿qué podría tener esto que ver con
la condena de su amigo? Nada, esto no tiene sentido, repetía
una y otra vez; Tom aparece en la grabación. Es él, no hay duda.
Pasaban los días y todo seguía igual; entretanto, se acercaba la
fecha en que tendría lugar la ejecución de Thomas. Ni un solo
detalle que arrojara algo de luz sobre aquel oscuro asunto.
Jimmy se sentía cansado, sin fuerzas. Había tenido que alternar
el agotador servicio con varias interrogaciones a los vecinos de
la zona del crimen. Llegó a su casa y no hubo tiempo para más.
Se quedó profundamente dormido.
Despertó sobresaltado. El teléfono sonaba y se tiró de la cama
para atender la llamada.
Aquel día, era sábado; Jimmy desbordaba alegría. El caso de
su buen amigo podría estar solucionado en pocos días. Así se
lo comunicó ese mismo día al visitarlo.
--¿Estás seguro?, le preguntaba Tom insistentemente, mientras
sentía una agitación poco habitual en él, que hizo brotar unas
lágrimas
que luego se convirtieron en un sollozo incontrolable.
--Calma, calma. Jimmy le abrazaba y le daba unas palmadas
en la espalda. -Sí, estoy seguro, respondió Jimmy -¿Recuerdas
el robo en el almacén?
......
Autor: Ramón Candelaria Infanzón ( Soñador Secreto )
06 de septiembre de 2014
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