Florece el cristal
en el delirio inefable
de verterme en tu silencio…
Indomable
en tu aliento de longitudes estelares,
desvisto las murallas de mi carne…
Corolas de incienso
sacuden mis campanas
y renuevo en tu lengua el carnaval de mi Luna
por tu Verbo prendada…
Con un regadero de Luz,
santificas la hondura de compenetrarme
con ese azul constante,
que procura mis palabras…
Me extiendo evaporada
en el sublime torrente de tus manos,
que pinta en mi carne el paraíso
y riega de ángeles mi alma…