¡No!
Otra vez me equivoqué,
me enamoré de una niña
creyéndola una mujer.
Es preciosa... eso engancha.
Sus ojos, cielo al mirarla
que embruja tu corazón
adueñándose tu alma.
¡Todo!
Todo, eso que has querido,
aquello no realizado...
te lo entrega sin dudarlo
haciendo de ti su esclavo.
No quieres ver la verdad,
ciego sigues a su lado
obteniendo esos placeres
que te regala el diablo.
Cuando despiertas del sueño
que te adormeció su encanto,
sientes el frío de cadenas
que a ella te encadenaron.
Miras atrás, sin embargo
ella consigue que todo
sea más bello a su lado.
Has caído prisionero del dulce
sabor amargo que satanás
te entregó de sirena disfrazado.
(ermanué)