UN SUEÑO DE AMOR (CAPÍTULO III)
(El comedor, se ven peregrinos y ganaderos, autoridades y otros señores, todos están comiendo.
Rita y sus doncellas están en la cocina y Don Ros y Sofía en un rincón del mesón distantes de los demás)
DON ROS:
¿Nos podemos tutear? ¿Verdad?
RITA:
Me place decir que sí.
De tus platos favoritos
¿cuáles te ha de servir?
DON ROS:
Que me sirvan solomillo,
rodaballo al perejil,
salmonetes al ajillo,
y dos zancas de perdiz.
Y de vino he de beber
el tinto por excelencia,
luego un puro de Montecristo
y flores para la mesa.
Y vos amor de mi vida,
¿qué plato vais a tomar?
RITA:
Cinco setas al ajillo,
un poco de cabritillo
y diez santiaguitos de mar.
NARRADOR:
Don Ros deja caer sus dedos
en las manos de Sofía,
y mirándole a los ojos
galantemente le decía:
DON ROS:
¡Qué privilegio es el mío
poder hallar en la vida,
una cándida mujer,
como una estrella divina,
corazón de pan y aceite,
con alma de poesía!.
(La gente ha terminado de comer.
Los peregrinos cantan y se ve mucha alegría.
Las doncellas bailan y tocan las castañuelas
y a la puerta del Mesón hay mendigos).
NARRADOR:
Después de que todos comieron,
se formó un gran festín,
Don Ros y Sofía dijeron,
nos iremos al jardín.
(Don Ros, lamentablemente le comunica a Sofía
Que tiene que partir para Ferrol, en donde tiene que embarcar en el Crucero Canarias, para efectuar unas maniobras en el Estrecho de Gibraltar.
Sofía se entristece, él la calma con sus amorosos versos).
DON ROS:
He de dejarte, amor mío,
pues la vida del marino
está colmada de penas,
por vivir siempre en la mar,
y pocas veces en tierra.
No temas querida mía,
volveré a darte vida,
y los llantos de mi alma
las penurias vespertinas,
y también mis circunstancias.
Mientras mi corazón exista
y aunque en las tormentas viva,
y rompa mi corazón
porque esperando vivir…
sólo e ti hallaré la vida.
Te mandaré en mis cartas
toda mi melancolía,
trozos de mi corazón
envueltos con mis pupilas,
para ver el alma que tengo,
y en estos consuelos vivas.
(Se despide de Sofía que está llorando)
DON ROS:
No quiero que llores tanto,
ni que derrames más lágrimas,
no temas dulce amor mío,
yo quiero dejarte el alma,
y toda mi sangre pura
por nuestro amor derramada.
Que glorioso fue el día
creo haber encontrado,
el más tierno amor soñado
que jamás yo soñaría.
(Pasadas unas semanas en la mar,
a bordo del Crucero Canarias
Don Ros le escribe la primera carta a Sofía)
DON ROS:
¡Oh, paloma de los mares,
golondrina de mis brisas,
mándame un beso en el aire
y aroma de tus mejillas!
¡Oh!, Dulce querida mía
mira la fuerza del mar,
mira su furia infinita;
más furia tienen tus ojos,
que a los míos los cautivan.
No puedo aspirar el aire
cuando el recuerdo suspira,
ni tengo aliento en mi nave
ni en mis labios la sonrisa.
La nostalgia me consume,
me devora, me aniquila,
y a veces pienso que llora
toda mi melancolía.
Por las noches en cubierta
cuando me besa la brisa,
sueño que vienes con ella
a traerme tus caricias.
Este dolor me sepulta,
que es mi gloria y agonía,
por ello quiero el dolor,
aunque muera cada día.
¡Oh!, Dulcísima Sofía,
es tanto lo que te ano
que ya no encuentro medida…
ni hallo comparación,
Que me fluya tanta dicha.
Adiós,¡oh, querida mía!
Te envío mis besos de seda
para tus bellos ojos,
que son de almendra y oliva. (Sigue)