Tú sí te acuerdas Isabel
que un día te dije: te lo dije,
y tú dijiste: yo también,
y ambos sabíamos que hablábamos de amor.
Tú si recuerdas Isabel
esos primerísimos besos
de durazno y mandarina,
esas miradas de terciopelo
y las caricias disimuladas.
Tú si te acuerdas Isabel
de nuestras promesas en secreto
y de las escapadas para amarnos
más allá de las fronteras del deseo.
Yo también me acuerdo Isabel
de esas lágrimas tuyas
que descongelaron mi corazón
y de la paciencia con que cuidabas de mí
cuando yacía convaleciente y en silencio.
Claro que me acuerdo Isabel,
ese es mi mayor tesoro,
recordar que te recuerdo
e imaginar que me correspondes.
Porque nuestro amor
se construye de recuerdos y de sueños.