He aprendido de tus manos horadando la tierra
Y sembrado tu piel bajo surcos de arena y grava,
He aprendido de las semillas de tus palabras
Y del eco de tus pensamientos;
He aprendido del riego fértil
En su hora anunciada,
Y de ver el retoño naciente
Brotando de tu mustia mirada.
He aprendido de tu forma de expresarte, cuasi callada
Y de la manera sutil de escribir
Palabras no anunciadas;
Me siento y reparo en tus miradas,
Y la expresión de tus sonrisas siempre lozanas,
Me siento y por más que aprenda,
No llego a comprender,
Como un Ángel ha llegado a mi morada,
Y como, por más que intento,
No consigo aprenderte de nada.
He aprendido que tus palabras
Y lo locuaz de tu hermosa mirada,
Solo dicen dulces semblanzas
De lo mucho que me amas;
Y se llena mi vida como tierra bañada,
De aquellos surcos en que semillas, tu sembraras,
Semillas de tus palabras y de tu tierna mirada,
Donde sembraste tu piel,
Bajo la arena y la grava,
Sonriéndome al ver nacer,
El retoño, de tu sensible palabra.
Siento el eco de tus pensamientos,
Y con él, el sonido del riego fértil
De tu bella, y mustia mirada.