En el mejor lugar de la floresta
en donde hoy estamos sentados
a la sombra de un árbol nos fuimos relajando.
Las flores a los ojos ofrecieron bello espectáculo
de colores extraños.
Y en medio de aquella fuente clara y pura,
que como un cristal resplandecía mostrando
de su fondo la hondura, la arena, que de oro parecía
de blancas piedrecillas, por donde el agua surgía.
Un suspiro con lágrimas en mi alma tengo.
El, con cuidado diligente
conocer mi mal intenta,
y escudriñar mi alma doliente.
Rogó que le contara la causa,
de mi grave pensamiento,
si era por amor mi sufrimiento.
Que le mostrara aquel, al que yo amaba.
Me juraba que también,
el verdadero amor que me tenía,
para mí estaba dispuesto.
Yo, que callar ya no podía,
descubrir pronto, lo que el alma triste sentía.
Le dije, que en aquella fuente clara veía
el rostro del que yo tanto amaba.
Que triste y sola yo estaba,
que por este dolor mío hice,
de mis lágrimas un río.