RICARDO ALVAREZ

UN AMOR HUÉSPED DE LA NOCHE- 2 - INVASIÓN DE BRÍOS

Una mujer y un hombre

hospedados en la noche,

con sus lados más bellos compartidos

cruzan el puente del cemento enarcado

oyen subir el camino del río.

sus cabezas reflejan antiguas lunas

de una adolescencia roja eruptiva

cuando juntos crearon 

el vidrio traslucido de dos caras.

Irguieron las piernas del sol en dos columnas

donde habían reposado sus espaldas.

Se besaron bajo el telón oscuro,

del cielo hasta anudarse los labios.

Una mujer y un hombre con historia

se afirmaron al piso del puente

en su propio espacio de vida.

Se limaron las escamas con las manos.

Siguieron libres bajo la sombra

hasta que la tierra creara su gótica estatua 

explotaron como un resorte de tirante

elevándose con el corazón salvaje.

 

 

 

 

Todos los derechos reservados en safe Creative & Word Press

-------------------------------------------------------

2- INVASIÓN DE BRÍOS

 

 

Nos invadían nuevos bríos

que favorecen el viaje

ecuestre en el protagonismo

del deslumbrar.

Sentimos  la estocada en un reflejo

gozoso del agua,

que el mundo nos prestaba

clarines crepusculares,

juegos de espadas blancas,

interminables ocasos

en el bendito trofeo de la carne/

 

La hostia consagrada del alma

En el andén del acierto.

El sol iniciaba en las pestañas

de nuestro horizonte que instaba

la cura enroscada de la sangre.

 

En mitad de la partida

nos emborrachamos de hambre,

de cristales encendidos,

como lianas ensambladas.

 

La embarcación del sueño grande

forcejeaba en el nidos de metales.

La intimidad se mostraba desnuda

al ojo que no le incumbe

la asfixia de los canales ni

la desnudez de ese nudo de alambre.

 

Ahí éramos la palpitación al aire

del corazón en un pecho abierto

Dejamos hastiada la sonrisa cruda

del infortunio al latido de la piel.

La charca era marea sin gestos

cuando abruptamente enmudecieron

nuestros ademanes de puro templo/

 

En un baldío satisfecho

se grabó el hueco en el pastizal

como las patas del corcel llamado tálamo

dejamos un hueco sugiriendo el cenizo,

restos de flamas rotas en su nido

donde la calma era la pausa

de nuevos bríos y el cenit

una corola de rojo inmolado

en sus pétalos cobrizos.

En la sentencia del sopor

habíamos derrochados establecidos

colores en la insolencia del silencio amordazado/

 

Todos los derechos registrados en Safe Creative & Published Word Press Poetry