Adoro el sonido de tu palabra,
el brillo de tu piel de bronce,
la luz escarlata que alumbra tu boca.
Subo a ti en el camino de tu vida
a menguar el deseo de abrazarte,
como apresando el aire evasivo,
como atrapando el paso del tiempo.
Eres el viento corriendo libre;
eres el tiempo que nunca alcanza.
Eres como la bestia que nunca ha sido domada
porque solo el valiente se atreve a amarte.
Ay, amor, ojalá no fueras amor
y no me encantaran ni tu voz
ni tu piel ni tu pelo. Y me miraras
en la lejanía con el deseo del tacto,
con la ilusión romántica.
Pero ya eres amor, y no me ves
con ilusión ni con deseo,
y a mi ya me encanta
tu voz, y tu piel y tu pelo.