Octavio Márquez

Lecho de muerte

Aleteo roto de un

ave multicolor que soñaba

con el mar celeste,

la música de los árboles,

el soliloquio de muchas partes de sí.

 

Siempre huyendo,

agazapandose entre

los brazos insípidos

de neurotoxínas populares.

 

Sombra de fuego patológico

que saca sus brazos en cada

parpadeo,

en cada sonrísa finita,

en un par de ojos femeninos.

 

Y llegó nix.

Sombra rauda con

pies de mercurio.

Ojos con lágrimas que se

saludan,

manos entrelazadas con fuerza,

y una sonrisa a penas dibujada.

Cae la guadaña.

 

                                                                 Octavio Aldebarán Márquez.