Una garza pasa en vuelo lánguido, sobre el río y los campos.
Detrás, el cielo azul y rojo del crepúsculo sereno.
Su figura se amengua en el vuelo, lentamente, poco a poco.
¡Ay, que ya no la veo!, pobres ojos
¡Ay, que ya no la siento!,... y el cielo rojo
que se amengua, poco a poco.
Y el aire que respiro, me sabe a hierbas secas, de estío viejo.