Le quité el velo triste
a una página del Álbum
del recuerdo,
y en una foto que me diste
ví del cristal tranquilo
de tus ojos
brotar una lágrima brillante.
Juntáronse entonces las arpías
brujas de mi dolor
y apuñalaron el centro de mi pecho...
Muerto me ví y estaba vivo
en el recinto infinito de mi abismo,
y cuando quise, loco,
recobrar la calma
perdí la presencia de mí mismo.
La recobré
volando por oscuros planos
y sentí que la precaria
dulzura de tus manos
me asió del alma
y me sacó de los arcanos
devolviendo a mi espíritu la calma...
Al despertar ya había sol
mas aún así pensaba
en mis ecuaciones horrorosas
que solo muerto
encontraría la paz
que había abandonado el alma....
y Cristo venía
y se acercaba
al abismo de mis ojos,
pero al oler
mis fétidos despojos
hasta Él
se alejaba horrorizado.
Y pregunté a Satán:
¿por que me acosas?
y su risa fué un rictus espantoso
como el silbido
de una enorme Hidra..
¿Fantasía?.... ¡ nó....era real !,
y así tenía
a mi derecha el bien
y en la otra
la cola de Beliál.
Clamé entonces
a los hoyos negros
que pueden digerir
hasta la luz
que me engulleran,
y entonces sí
tu voz surgió
clara y precisa
y mi alma a tu lado caminó
sumisa
saliendo del infierno
de mi yó.
La espada del Señor
de siete filos
partió al demonio de la carne
y sus restos fueron puestos luego
en un lago de azufre
donde el fuego
saboreó
su inmunda presa
y sucedió que cimbrado en sus confines
el infinito se llenó del canto
de un billón de querubines...
Desperté, había cesado el llanto,
se abrió la puerta
entraste tú
sonriente y luminosa
y me dijiste: ¿que te pasa?
y me abrazaste con dulzura
y eso hizo
que se hiciera en mi mente
la cordura,
tuve un sueño, te conté,
vil pesadilla
luego frunciste el seño
para desdicha mía,
por que volví a la misma pesadilla
como jamás la tuve
ya que en vez
de tu faz con sonrisas de querube
te transformaste
¡EN EL ÁNGEL SILENCIOSO DE LA MUERTE!