Los sabía ver en su juventud precoz,
estaban durmiendo siempre
un sueño embarazado
de arreboles y pájaros,
y sus manos eran aves
que volaban entre soles, entre árboles.
Sus bocas suaves guijarros
con que golpeaban sus almas,
(mientras ellas se besaban).
Paseaban apretaditos
y todos los envidiaban,
la frescura, casi niños,
jugando al enamorado,
jugando a la enamorada,
la inocencia de la primera vez,
que casi nunca es pecado.
La ternura y los ritos, la música,
los ojos mirando fijos
en los ojos del otro,
una flor con un poema,
un bello poema de amor,
y las promesas de, “por siempre”,
y, “jamás te dejaré”.
Siempre la vida camina,
siempre aparece un después,
las estaciones, los puertos,
un estudio por un lado,
por otro lado un empleo,
un viaje, un aeropuerto,
nuevas personas, otros cielos,
¡y haciendo su trabajo el tiempo!
Los guijarros se gastaron
de tanto rodar arroyos,
y en arena transformaron;
ya no golpean las almas
y los hombres la pisaron;
las aves no revolotean,
sólo de día y en verano;
¡y el invierno ha llegado!
La inocencia se perdió,
una noche, en otros brazos,
y los arreboles no tienen
sus violetas ni rosados.
Y un mes sigue a otro mes,
y un año sigue a otro año.