Te pienso callado,
en secreto del desconsuelo,
y así poderte deificar
a escondidas de este lúcido infierno.
- ¡¿Qué a dónde?!
¡Dónde amor me debes!
Donde el bien de la duda vence;
donde el polémico llanto
no corroiga al perdón,
y la ilusión no se tope con el olvido.
Más allá de las entrañas;
donde el cuerpo deja de ser cuerpo,
y el alma no dé abasto
a lo refutable en lo más íntimo.
¡Justo ahí adentro!
Donde la fisgona razón
no interrumpa la canora memoria
con la realidad,
y el corazón a la soledad no escuche
de tanto argüidor silencio.