Olga Diaz

Piedras y sangre

Caminaban las alondras sobre las piedras redondas

de la calle en que vivía, de noche sólo alumbrada por la luz tenue y gastada

de un farol envejecido.

La brisa traía unas notas y de la lluvia unas gotas

acariciaban las piedras, piedras que eran como perlas,

una vez quise moverlas, pero me movieron ellas:

mi sangre formando trillas, rodó corriendo a mis pies...

piedras y sangre se unieron, y a la vieja calle dieron

una piedrecita más.