Golpea la pared con los puños cerrados,
mientras tanto un sollozo con saña aprieta el pecho,
pugna por escapar de sus labios sellados...
un grito de dolor que se vuelve despecho.
Su padre le enseñó que los hombres no lloran,
¿acaso no comprenden sus ojos qué es un hombre?
cayendo de rodillas con su alma herida implora
Dios borre su memoria... ¡para olvidar su nombre!
Con el cuerpo a la rastra logra alcanzar la puerta,
desprovisto de fuerzas agarra el picaporte,
aquella \"su mujer\" ¡para él está bien muerta!
y ha de marchar por siempre... sin que nada le importe
ni la casa... o los muebles... ni aquel álbum de fotos...
que siga muy tranquila... ¡durmiendo con el otro!