Raúl Daniel

Juventud equivocada

 

       “La Verdad bajó del cielo

       y se puso a enseñar,

       y anduvo como cordero

       por salvar la humanidad.”

 

Cuando supe de ti ya era demasiado tarde,

habías abandonado el camino, dejado el estudio,

menospreciado a tus padres,

y te acercabas a un peligroso abismo.

Revisa tu corazón, muchacho, compara

la vida que, dices, vives, o esa otra, pasada.

 

Tú hacías un camino de aplicación y trabajo,

para orgullo de tu familia, por el Señor, apreciado.

Estudiabas con ahínco con denuedo trabajabas,

y con una condición: mucha humildad, ¡ah!, y amor.

 

Esas cosas de la vida, de la hermosa juventud,

te llevaron a mirar por los ojos de una joven

de humilde condición. Pero así es el amor,

no mira otros intereses, sólo su satisfacción.

 

Al principio todo fue muy simple y sin problemas,

ella parecía muy buena y tu corazón ganó,

tanto que se hizo tu dueña.

Tú querías sorprenderla y le mostrabas el mundo,

y pronto ella comprendió que éste le fascinaba.

 

Poco a poco te arrastró a una existencia fatua,

bastante te convenció y en nada le contrariabas.

Moda, paseos, status, alto nivel de amistades,

mil y una vanidades que tú no creíste malas.

 

Pero ella ahora es otra, toda entera transformada,

de ese ser angelical que te enamoró, ya nada

queda que reconozcas, y hasta piensas en dejarla.

Sólo que en el espejo, ¡también es otra tu cara!

 

Hoy te mientes sin darte cuenta, ya no piensas como antes,

no escuchas más a tus padres, ni concurres a la iglesia,

dejaste tus ideales debajo de alguna mesa,

y pasan por tu cabeza un piélago de necedades.

Con metas materialistas y  distracciones mundanas,

viajes, ropas, fiestas, clubes, autos, ¡vanidades!, ¡vanidades!,

¿Recuerdas cuando buscabas la verdad y la virtud?

¡Tus padres pasan llorando tu perdida juventud!

 

       “La Verdad bajó del cielo

       y se puso a enseñar,

       que las promesa y afanes

       del mundo son vanidad.”

 

El tiempo que has perdido y todo el que perderás,

la inercia que te adormece, ¡te cuesta dar marcha atrás!

mientras tanto los años corren y es cada vez más difícil

detener esa vorágine que te arrastra sin piedad.

 

Como una desprendida roca en el espacio,

en el sol te quemarás… Muchacho,

mejor te detienes, ¡y vuelves a comenzar!...

 

        “La vanidad no trasciende,

        ¡sólo existe una verdad!”