Managua, 19 de septiembre 2014
Vasta, extensa y profunda,
se asoma tu mirada en mi memoria
y triste vagan mis pensamientos
al encuentro de tus brazos ausentes,
de tus besos ausentes,
de tu cuerpo que ya no calienta mi cama
y de esa sonrisa traviesa
que atraviesa mi corazón.
Mi corazón acelerado al impulso de estas neuronas
que insisten en regresarte de ese espacio oscuro
y frío al que te consigné cuando decidí olvidarte.
Este dolor que se clava
con tu espacio y tu recuerdo:
con cada palabra que dijiste,
con cada ademán que hiciste,
este dolor que se clava
porque simplemente me jodiste.
¡No sé por qué tienes que venir a joderme la vida,
cuando ya te habías marchado!
No sé por qué insisto en recordar,
recordar y recordar esas caminatas
con los pies descalzos sobre la arena.
Esas charlas eternas en la banqueta
de aquel parque, de aquel parque,
de aquel parque que tan nuestro fuera.
No sé por qué insisto en recordar,
recordar y recordar esas ricas tertulias
de poemas y canciones en Youtube.
Y recordar la puesta de sol en nuestros cuerpos
tirados en la playa, tomados de la mano
y con una quimera a cuesta.
Recordar nuestro cuarto que se hacía hoguera
inmensa hoguera cuando asábamos nuestros cuerpos,
fundidos cuerpos que tragaban nuestro aliento
y nuestras manos presurosas recorrían cada palmo,
cada espacio de nuestra ardiente piel.
-No quedaba un espacio sin tocarnos-
¡No sé por qué tienes que venir a joderme la vida,
cuando ya te habías marchado!