Sentado en aquel banco te encontré
tu mirada, ¡tan llena de desgana!
despacito a tu lado me senté
y hablamos del ayer y del mañana.
Del ayer me contaste ¡tantas cosas!
me hablaste de la guerra y la posguerra,
de tus hijas que eran tan hermosas
de tus nietos, tu esposa...y de tu tierra.
Del mañana dijiste que temías
ir a parar a una residencia,
y la gente que tú tanto querías
no te haría feliz con su presencia.
Tus ojos se nublaron y los míos...
fueron los aflüentes de dos ríos.