Llegaste como cada día sin avisar y ve viste allí solo sentado, entre encinas y jaras con la mirada perdida oteando el horizonte esperando tu llegada.
La oscuridad me embargaba, el miedo atenazaba mí corazón ante el temor de no volver a verte nunca más. Se empezaban a escuchar los sonidos que anteceden a tu llegada, pero tu no llegabas la oscuridad me absorbía me quería atrapar, llevarme a un mundo de ocaso perpetuo, de espesa negrura, de sonidos inconexos, de confusas sombras.
Tu presencia es un bálsamo de paz que inunda mi alma y relaja mi espíritu. Un corto periodo de tiempo es el que necesito para sentirte en mí interior, para saber que estas aquí.
Aún así no comprendía que podía ocurrir, ansiaba tu llegada que acudieras a mí, tú retraso me enervaba, mis nervios me hacían temblar incontroladamente. El aire de la noche es helado corta mi piel como un cuchillo afilado, tan solo el aíre calido que trae tú llegada puede calmarme y calentar mi ser.