RUBEN BUELVAS

HAAZINU (Escuchen)

Presten oídos, oh cielos, déjenme hablar

¡Que la tierra oiga las palabras que declaro!

Que descienda mi poema como la lluvia

Destile mi habla como el rocío

Como aguaceros sobre renuevos, como gotitas en la hierba.

 

Recuerda los días de antaño

Considera los años de épocas pasadas

Pregúntale a tu padre, él te informará

A tus ancianos, ellos te contarán

Cuando el Altísimo le dio a las naciones su hogar

Y estableció las divisiones del hombre

Fijó los límites de los pueblos en relación con los números de Yisrael.

 

Porque la porción de Hashem es su pueblo

Yaacob la heredad que le tocó.

Él lo halló en una región desértica, en un baldío aullante y vacío.

Lo rodeó, lo vigiló, lo guardó como a la niña de sus ojos.

 

Como el águila que ronda su nido, revolotea sobre sus polluelos

Así extendió él sus alas, lo tomó, lo llevó sobre sus plumas

Hashem solo los guió, sin ninguna deidad extranjera a su lado

Lo puso en la cumbre de las alturas, para que festejara con los frutos de la tierra

Lo alimentó con miel del panal, y con aceite de la dura roca.

 

Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca

En la propia estima de nuestros enemigos.

¡Ah! La vid de ellos viene de Sedom, de las viñas de Amorah

Las uvas de ellos son veneno, un fruto amargo sus racimos.

Su vino es veneno de víboras, la implacable ponzoña de serpientes.

 

Embriagaré con sangre mis flechas

Mientras mi espada devora carne

Sangre de los matados y de los cautivos

De los jefes enemigos melenudos.

 

Y cansado el anciano recita su último poema

Poema de pasado, presente y futuro

El anciano con voz entrecortada dice: Haazeinu

Y todos en sepulcral silencio lo escuchan

Con lágrimas en los ojos sabiendo que era la partida

El anciano Maestro se despedía cantando su último poema.