Estruendoso rugido que
dormita en una mirada
agónica clavada en
barrotes de júbilo.
Colapso de alas,
garras agrestes,
fauces lánguidas,
risibles, patética burla
de depredador.
Galope muerto que
espera la redención de los
carroñeros.
Embestida bajo llave.
Hurañas gotas oculares
adornan el maltrecho rostro
de un velocista de pradera.
Sombras evanescentes,
estocadas hilarantes muertas.
Mirada erguida sobre un orgasmo celeste.
Sueños evaporados en un suspiro,
en patas marchitas,
en una lágrima sobre mejilla.
Octavio Aldebarán Márquez.