Ayúdame, Señor, a soportar
Este ácido dolor que me atormenta
Y permite que náufrago me sienta
En un terrible imaginario mar
Con olas que de tanto golpear
Mi adolorido cuerpo desalienta
Todo tímido esfuerzo que él intenta
Para las aguas bravas derrotar,
Y así, Señor, en tu dulce regazo
Debilitar la horrible depresión
Que a mi vida azarosa y pecadora
Le niega la ternura de un abrazo,
Le quita la elocuencia a mi expresión
Y le impide extasiarse con la aurora.