Te enamoraste como una colegiala
creyéndote las novelas de la televisión,
con final feliz y torta de bodas.
Y te entregaste toda.
Hasta abandonaste los estudios
para poder estar a su entera disposición,
y competir con tu rival,
amándolo cada día más.
Luego recogiste la cosecha de tu estupidez.
Nada que cueste tan poco es apreciado,
y el sujeto de tu amor no era un hombre,
tan sólo un galán, (un pendejo que sabía hablar).
Te abandonó, y aprendiste el dolor.
El dolor es el mejor maestro,
el dolor enseña lo que no enseñan los colegios,
y la soledad es la mejor compañía, (te deja pensar).
Buscaste algo que hacer y te pusiste a trabajar.
Al principio arrastrabas tu alma, pero en el día a día,
envuelta en las tareas cotidianas,
comenzaste a crecer como mujer y retornaste a estudiar.
Se despertó tu interés por algunas ciencias,
aprendiste nuevas técnicas y muchas cosas de la vida,
otras personas te ayudaron y enseñaron
a vivir igual a pesar de las heridas.
De a poco tornaron a crecer tus alas,
y pudiste volver a amar;
aunque ahora lo haces de diferente manera:
Ya no te das entera.
Hoy sabes la diferencia que hay entre el amor y el querer,
que se puede desear sin estar enamorada,
que se puede no querer estar con la persona amada,
porque no vale, porque no sirve para hacer feliz a una mujer.
Hoy comprendes que la voluntad lo es todo,
que hay relaciones limpias y tranquilas que satisfacen más,
que el romance novelesco es fantasía,
que sólo sirve para vender publicidad.
Que enamorarse es cuestión de hormonas,
que no se encuentra la felicidad,
(que hay que construirla, fabricarla entre dos o más),
que no conduce a nada amar
sin que te amen con un amor igual.
Hoy comprendes mucho, tal vez no todo;
pero lo que sabes ya es suficiente para enfrentar la vida,
el dolor, los desengaños, y aprendiste a disfrutar
las alegrías justas que te regala Dios.
Hoy posees el coraje y la fuerza que se requiere
para triunfar y ser y hacer feliz, con quien quieras y como sea.
Y, aunque te falte caminar,
ya te cabe llevar el cartel de “Mujer”,
no sé si perfecta, pero sí: “Mujer Total”.
¡Ah!, y no te olvides: ¡No te vuelvas a regalar jamás!