El diablo abrió sus alas, emergiendo de sus fauces putrefacciones
que rasgó y dividió las sábanas del suelo, subió y coronó sus dioses pétreos,
extrapolados, dejando olor a muerte y luto en donde tejen y destejen el destino del hombre mundano.
...Desde entonces sigue oliendo a azufre no en la ONU sino en todas partes