Lo escuche de una vecina
que el reírse de uno mismo,
regenera el optimismo
y hasta es buena medicina
para sacarse la espina
que causa el abatimiento,
alegrando en un momento
la cara de los espejos,
que uno ya mira de lejos
por temor al sufrimiento.
Empecé con la terapia,
me reí de mis orejas
del revoltijo de cejas,
me la tomé con la napia
y con mi pobre prosapia,
hasta que llegado a un punto
se puso espeso el asunto
al parecerme excesivo
el jolgorio y su motivo…
Y allí quedé cejijunto.
Creo que no fue prudente
el reírme de mi mismo
y no es que haya pesimismo
sino un peligro latente:
puede que uno se caliente
aunque esté en su sano juicio,
son riesgos del ejercicio,
porque, les confieso hermanos,
casi me voy a las manos
y cometo un estropicio.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(No me hagan caso: la risa siempre será buena aun cuando el motivo de ella sea uno mismo)