Los chopos son esos árboles erguidos
que mirando siempre están al firmamento,
que se mecen y sollozan si hace viento
y en cuando hay calma en un sueño están dormidos.
Que en otoño por espasmos doloridos
de sus cuerpos van soltando sus despojos
-aeroplanos suaves sin anteojos-
se deslizan en silencio sin quejidos.
En mi mente siempre tengo una chopera
con mil chopos parecidos, bien plantados,
y un camino que bordea la ribera.
Ahora voy a quitarles los abrojos
para que así sigan firmes, bien amados,
y a podarles de sus ramas los enojos.