Sara (Bar literario)

Minuto previo

Ha sido difícil. A veces, es imposible. Por eso, por sentirme pequeña ante la fuerza irreductible de la distancia -entre vos y yo- es que he luchado, no por amor, sino porque el miedo (de perderme) me impulsa a no detenerme.

Como la sangre que fluye desde tu cuerpo -hacia afuera-

Nada ha cambiado, excepto la fe. La fe de antes, ahora es un precipicio al que me arrojo de golpe, esperando el dolor en esa eterna caída que todavía no llega.

Lo cierto es que aún no acepto la realidad. Aún invento motivos para sostener tu mano dentro de mi pecho, como si no lo estrujaras cada vez más, a punto de arrancarme la boca con cada beso que se arroja al aire y me deja los labios pálidos de tristeza.

La cara pálida, el cuerpo enfermo y una lágrima enorme que no termina de consumirse dentro de mi garganta.

Me niego todavía a devorar la tristeza, a aceptar que mis ojos esconden la guarida de una locura que camina descalza para que nadie la escuche. Para que nadie sepa que está ahí, vigilante, esperando otro golpe, uno muy fuerte, para salir y manifestarse con su espuma de aguardiente dentro de mi poesía.

El mañana parece un sueño.

Basta de creer que vivimos por ellos, vivimos por la realidad que tenemos y que nos da fuerza para aceptar que la vida es más que un destello de imágenes perfectas en momentos de zozobra. Yo te quiero aquí, como realidad para soñar cualquier otra cosa y tenerte a ti, a mi lado, tropezando de frente, abrazándome la sombra, haciendo el amor como pretexto para matar el tiempo dentro del vicio amado que es el otro. Yo te quiero aquí para contar el brillo de las estrellas en tus ojos y atrapar el deseo que es fugaz en el parpadeo del te amo, que se dice al oído, con los ojos cerrados sin necesidad de leernos, o de inventarnos un nuevo comienzo dentro de este…de este momento en que seguimos soñando, estar juntos.