A veces uno no puede escapar de una rutina diaria y elemental, todos los días a la misma hora, como si fuera un ineludible ritual, voy a desayunar a un bar muy particular.
Allí van actores, músicos, poetas y escultores, pues éste está ubicado cerca del Ente Cultural; también se ve policías dado que en esa misma cuadra hay una comisaría.
Siempre me ubico en una mesa esquinera que está a la par de la vidriera y mientras oigo música romántica y buena - que es cuestión del estado de ánimo de la dueña del bar- planifico los trámites a realizar en la jornada, tratando de no olvidar nada. A pesar de que quiero concentrarme, no puedo evitar de escuchar lo que habla la gente circunstancial.
Algunos comentan y hasta lloran, ya sea la pérdida o enfermedad de un ser querido y otros festejan un nacimiento u otro feliz acontecimiento. Realmente se da algo muy curioso, en el ambiente se mezcla la tristeza con la alegría (o el llanto con la risa). Y cuando dirijo la mirada hacia la calle, advierto también algo raro, que algunas personas caminan despacio y pensativas, al mismo instante, otras pasan alteradas y con prisa.
Aunque no lo quieras, sin querer te conviertes en testigo fehaciente de innumerables situaciones y obviamente de citas de enamorados y amantes, que muchas veces sin inhibiciones ni prejuicios dan rienda suelta a su pasión, sellando con un ardiente beso su relación.
No obstante, debo reconocer que mediante servilletas de papel y bien inspirado por algún motivo, he creado en ese bar como una docena de poemas. Se ven y se oyen tantas historias ahí adentro; a jóvenes que viven un idilio, a un abogado que asesora sobre un juicio, a políticos ideando estrategias, a escritores que opinan sobre el aspecto social y por cierto, a hinchas de un determinado equipo de fútbol que hablan sobre los goles de un partido o sobre polémicos arbitrajes (infaltable tema en los bares).
Cuantas veces me vine como un sonámbulo, después de haber tenido algún desencuentro o discusión con mi pareja, a quién pedía perdón sin parar a través de mi celular. O cuando tenía algún problema en mi trabajo y necesitaba meditar, como así también, encontrar a un amigo o buen conocido (que siempre que vine lo encontré) y que me ayudara a superar malos ratos, tan solo con un buen consejo o su simple y grata compañía.
Tantas cosas vividas en este simpático mundillo, donde con gente linda de tu ámbito o con gente eventual, se comparte buenos momentos mediante un refrigerio o una charla positiva.
Y pienso: -¿La vida es un bar? En ese pequeño espacio me paso la mayor parte de mi tiempo, observo y escucho casi siempre lo mismo e inmediatamente vienen a mi mente unos versos de las rimas de Bécquer que dicen: \"Hoy como ayer, mañana como hoy / ¡y siempre igual! / Un cielo gris, un horizonte eterno / y andar...,andar\".
Sabios versos que te invitan a mejorar cada segundo de tu existencia, para no caer en una mera y aplomada monotonía.
Además, no voy a negar que cuando me retiro, me invade un poco de nostalgia tan solo por dejar el lugar y siento una imperiosa necesidad de regresar.
Hay un mozo de sumados años, que trata de contener a todos lo que van asiduamente, que de tanto conocerme adivina mi estado anímico de una manera certera y si me ve algo deprimido, como si me leyera el pensamiento, me trae a la mesa una cerveza diciendo: \"para enfriar y ahogar las penas\"; cual doctor que me acerca una receta.
Así pues, a este personaje que de todos está pendiente, lo sientes como a un pariente o como a un amigo que está en las buenas y en las malas; que con su experiencia de vida, es casi seguro que te orientará en forma debida si te aconseja.
Además de que te divierte con sus ocurrencias y chistes, es el camarada gentil y atento que te sirve un café cargado y caliente en el invierno de frío inclemente. Ese café que te acompaña deleitándote con su exquisito aroma y que te invita con su vaharada a elevarte con el alma; y mientras sostienes tu cara con la mano y tu mirada se pierde a lo lejos,como si fuera un sueño, te sumerges en un universo paralelo donde ves pasar a tu vida entera en \"cámara ligera\".
Un lugar de paso -al que llaman bar y que de algún modo es un lugar de reflexión- del que si te haces habitué, es como si tomaras un tren del cual no te quieres bajar. Es un mundo que parece un cine, donde ves un montón de películas y que de cuando en cuando eres el protagonista, pero que no tiene un fin, las películas se repiten una y otra vez...
Adolfo César (NAZARENO)