Triste y sombrío
regresé a mi pueblo,
a encostrar esta pena
que no puedo olvidar.
Fue más fuerte el amor
que nos profesamos,
que los seres
que nos trataron de apartar.
Mas ahora que no te veo,
cuan acerbo es el tépido pan
de los dorados trigales,
cuan cuáima la noche,
qué apatía vivir.
Pero el vilano con mil puntas
llegó a mí, arrastrado
por el viento,
¡y al tenerlo!
Cuan escurridizo por mis dedos
en vano traté dominar.
Mas el papo voló por el jardín,
zigzagueando entre rosas y peonías
cobró altura,
lo cogió el viento,
lo alejó de mí.
Qué fugaz fue tu venida.
Cuántas esperanzas las mías,
cuan quimeras,
ingrávido vilano de mil puntas
espero algún día hayas de tornar.