REGRESAMOS AL HUERTO
Amada,
en granos planetarios,
multiplicados soles en las redes del viento
florecieron semillas sembradas con sangre
en algunos paisajes sombríos.
Hoy son cuerpo de espiga nutriente,
violines cimbrando en vendimias
de copas hasta el limite sacro.
Nuestros pies descalzos
anduvieron sendas de lunas,
lecciones de invierno de frio castigo,
hojas de otoño caídas
ametralladas en países extraños.
Al hierro doliente lo dejamos
en islas de abandonados calzados.
Trajimos fuego de glaciares sureños
derretidos en nuestras dedos de aguas cálidas.
Regresamos a la faena del huerto,
donde nunca se petrificaron pétalos
que crecían
bajo la media sombra de nuestra patria
mientras el amor se ensanchaba
con los poderes del vino.
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EL PANTANO Y LA ROSA
La rosa temblorosa en fugaz brisa se desprendió del tallo,
la inmaculada rosa siguió blanca sobre aguas turbias del pantano.
Sobre camalotes umbríos flotaban miembros de pétalos tornasolados.
La noche pura y serena amplió alegres brazos.
En el sentir del espacio rondaban lunas llenas
que a la labor de su faena pusieron obra en mano.
Así fue la rosa blanca un seno en postras noches serenas
y las aguas del pantano vencido huyeron fugitivas del milagro.